sábado, 1 de noviembre de 2014

El librero

Hoy damos la bienvenida a un artista invitado a este blog, Carlos Reymán,
que nos ofrece el siguiente relato o crónica de viaje circular
(cualquier parecido con la realidad es pura camaradería):

–Me ha costado mucho reconocer la ciudad. No entiendo qué hago aquí. Tengo la sensación de haber caminado a través de una larga noche y me siento cansado y aturdido. Creí que ya no vivía nadie en este lugar, que la ciudad era un espejismo deforme de otro tiempo en que anduve por sus calles ahora extrañas y vacías. ¿Dónde está la gente?
–Están en casa, leyendo. No se extrañe. Desde que Agustín abrió su librería nada ha vuelto a ser igual. La gente ahora lee y a partir de las ocho de la tarde casi no hay nadie en los bares, las terrazas se quedan desiertas, de los parques desaparecen los últimos niños que acuden raudos a por sus lecturas, a por el cuento de antes de dormir. Sucedió un día cualquiera, nada reseñable. La librería llevaba abierta más de un año. Entró un padre con su hijo que no quería leer. Agustín le miró a los ojos y ahora no sabría exactamente qué libro le recomendó. Tendríamos que haberlo anotado. Bueno da lo mismo. La cuestión es que cada uno tiene un primer libro pero no todos lo conocen, Agustín lo sabe con verte y te dice su título. A partir de ahí ya no te escapas. Viene uno detrás de otro, es como una primera fiebre en la que no paras de crecer a la vez que ahondas en ella. Se está muy bien a esa temperatura. Como era irremediable la epidemia se extendió. Los chicos empezaron a visitar la librería solos, ya no querían estar sentados en los bancos fumando, viendo pasar el tiempo de la gente y su propio tiempo malgastado, digo yo que sería eso, tampoco me haga mucho caso, a veces hablo como en los libros y no me doy cuenta. Por eso no ha podido encontrar a nadie por el centro y lo más normal es que no reconociera la ciudad con todos los cambios que ha sufrido desde que partió. Yo iba justo en este momento a ver a Agustín, él le ayudará.
–Gracias, es usted muy amable, ¿cómo es su nombre?
–José Manuel, así me llamo. Mire, es aquí. ¡Agustín, Agustín, ha vuelto a pasar, te traigo otro viajero extraviado!
–Buenas tardes, pasad y contadme.
–Encantado don Agustín. Soy George Borrow y no sé por qué he vuelto a Badajoz.
–No creo que sepa responderle a eso, la explicación no debe de ser nada sencilla, desconozco los rudimentos científicos que pudieran dar con una teoría razonable y la magia es una solución demasiado sencilla como para aplicarlo a este caso. Sólo puedo decirle que no es usted el primero y sé la forma de hacerle regresar a su tiempo.
–Pero, ¿qué ha sucedido? En realidad yo no pertenezco a ningún tiempo, no recuerdo una vida de ayer, simplemente algo ha hecho que yo esté aquí.
–Es seguro que todo esto está relacionado con esta hora en que todo el mundo está leyendo su libro. Un tipo de fuerza, una energía colectiva que debe abrir una puerta entre varios escalones de mundos, entre el tiempo y la muerte, la ficción y el abismo de la realidad. Antes de usted ya devolvimos a su limbo a Larra y a otros, no tema, es cuestión de un momento.
Agustín y el señor Borrow pasaron a la trastienda. Al cabo de unos minutos salía el librero con un ejemplar de La Biblia en España firmado por el autor: “Con mi agradecimiento para Agustín. Badajoz. Noviembre de 2015. George Borrow”. Lo colocó en el estante más alto junto a los otros, los libros de los escritores viajeros, los Poe, Larra, Barrantes, Lovecraft... todos firmados.
–Perdona José Manuel que te haya hecho esperar. ¿Qué era lo que querías?
–No, no te preocupes. ¿Te ha llegado ya el último de Neil Gaiman?

 

lunes, 13 de octubre de 2014

Todos a tomar por culo (a la manera de Pérez-Reverte, II)



Aquí el abajo firmante hace ya tres años largos que lo advirtió: me cago en los políticos. Como era de suponer, me llovieron hostias consagradas y tajos de alfanje. El buzón a rebosar de invectivas, y tres o cuatros académicos afeándome la conducta. Pero ha pasado el tiempo y la verdad desagradable asoma, que dijo el poeta. Todo lo que podía ir a peor ha ido a peor: los tesoreros hacen lo que saben, atesorar dinero negro; el padre de la patria catalana le ha robado la honra hasta a su puta madre; la monarquía está hecha unos zorros, valga el símil cinegético; los banqueros mangan con una mano y piden que se les rescate con la otra; los paraísos fiscales merecen ser bombardeados con la misma saña que el estado islámico de los cojones; el pasado era un país extranjero donde todo iba de miedo, ahora ya ni eso. 

Mientras tanto, los políticos de mierda a lo suyo, siempre a lo suyo. De unas elecciones municipales a las siguientes, y tiro porque me toca el talonario de cheques. Pero cuidado, que los presuntos meapilas filoterroristas de las asambleas y del porrete se han organizado, haciéndose fuertes en torno al mesías de la coleta. Yo no soy como mi amigo Javier Marías, que odia a los hombres de pelo trenzado y con gusto les rebanaría sus partes colgantes, pese a lo cual debo decir que el adminículo capilar y la pose desafiante le dan al podemólogo este un cierto aspecto de torero con mando en plaza, de verbo y estoque fáciles. Objeciones estéticas aparte, el tipo apunta con la precisión de un francotirador. Sólo le falta repartir armas al pueblo, y ya la tenemos otra vez liada.


Y sin embargo, qué quieren que les diga. Cuando uno se desayuna a diario frente al careto de un corrupto de tarjeta opaca, de una ministra letal que bien merece ser sacrificada, de un presidente tan gallego que si nos dijera la verdad nos mentiría, de un guaperas que lo mejor que sabe hacer es mirarse al espejo mientras canta La Internacional con voz de falsete, de un mafioso fabril con las gafas más negras que su conciencia, de un exministro que venía del centro y ha resultado ser como el aborto de la gallina… A mí cuando se me atraganta el desayuno me pongo de muy mal café, valga la redundancia. Para desahogarse, las almas simples van al gimnasio: yo me dedico a montar la Beretta en menos de veinte segundos, como me enseñó un maestro bosnio de quien ya he hablado en esta página. Era un hombre bueno en medio de una guerra. Dio la vida para salvar a sus alumnos. Las guerras sacan lo mejor y lo peor de cada casa. Así que ya saben, vayan ustedes preparándose. Por si hay que mandarlos a todos a tomar por culo.

domingo, 28 de septiembre de 2014

El cielo de Madrid



Si hace dos años decíamos que este loco se iba con otra loca y que eso suponía dejar atrás una ciudad-mito y unos amigos que tal vez no resistirían el paso del tiempo, corresponde ahora hacer balance y congratularse de que ese balance sea muy positivo: es siempre un placer el reencuentro, con la ciudad y con los amigos. No diré sus nombres porque ellos ya saben quiénes son, pero sí daré los de la ruta que hacemos juntos: ellos me acompañan a intervalos, se suman a la feliz corriente de la ociosidad y vuelven a verse, conmigo como excusa.

Empezamos por el cine (los Renoir, la Filmoteca, el Círculo de Bellas Artes), donde Philip Seymour Hoffman es El hombre más buscado y uno no se cansa de decirle adiós y agradecerle la enormidad de su talento. Seguimos por los cafés (el terroso Terral, el céntrico Central, la deliciosa cafetería del Museo del Romanticismo) que invitan a leer y a conversar y a emborronar cuadernos.


Vayamos luego de librerías (La Central de Callao, La Buena Vida, Alberti, Mujeres, Ocho y Medio, Méndez, el Pequeño Museo del Escritor) y hagamos que el tiempo se detenga en Padis, encrucijada lúdica que conduce a Erebor, a Desembarco del Rey, a Rokugan.

Acabemos nuestro viaje sentimental en los parques, durante el ocaso: si no hay tiempo para ir al Buen Retiro lo habrá para evocar los Jardines de Sabatini, o para pasear junto al Templo de Debod con las mariposas pugnando por revolotear dentro de los sueños que no pueden cumplirse.

El cielo de Madrid está a ras de suelo, la ciudad y los amigos se quedan pero también se llevan dentro, atrás dejamos las aventuras en busca de gloria y fortuna, siempre nos quedará el Massey Hall.

viernes, 30 de mayo de 2014

Tanyible

Desde la apertura de la librería Tusitala, el pasado mes de octubre, este blog se ha mantenido en suspenso, pero no tanto mi actividad como crítico aficionado. En la sección de reseñas del sitio web de la librería podéis encontrar un repaso por algunas de mis lecturas recientes, como Los surcos del azar de Paco Roca. Es una gran suerte trabajar rodeado de libros, y recibir las recomendaciones de clientes y amigos de Tusitala. Algunos de ellos, por añadidura, tienen a bien colaborar en la sección con sus propias reseñas, lo cual agradezco enormemente porque constituye un abanico de voces que dialogan entre sí, a través de lo que opinamos sobre libros y cómics, como si estuviéramos en una de las tertulias literarias que se organizan en la propia librería.

A partir de una de estas reseñas, dedicada a la novela La habitación oscura de Isaac Rosa, nació mi colaboración con la revista electrónica Tanyible, hermana pequeña de la más famosa Jot Down. Isaac estuvo en Tusitala en febrero, y su grata presencia en la librería hizo crecer la reseña hasta convertirla en homenaje, y así transformada se publicó de esta manera. Más tarde, en abril, pasó por Badajoz el actor Alberto San Juan con su extraordinario monólogo Autorretrato de un joven capitalista español, y el impacto fue tal que me vi obligado a escribir sobre ello, a reflexionar sobre la contundente crítica que la obra supone hacia nuestro modo de vida. El resultado se convirtió en esta reseña publicada también en Tanyible.

Invitados a leer estáis, pues, aunque no sea por ahora en este blog, pero sí a través de él. Todo sea por seguir contando historias, a la manera de Tusitala.